Es un hecho que las personas con diversidad funcional siempre hemos estado vinculadas al movimiento asociativo. En mi opinión, el modelo asociativo tradicional, aunque no discuto su utilidad, venía sufriendo, durante estos últimos años, un evidente agotamiento y anquilosamiento. Tras plantearnos esto, un par de compañeros y yo mismo nos propusimos influir, de alguna manera, en este movimiento asociativo. Así, en 2001, creamos el Foro de Vida Independiente.
Pensábamos que las asociaciones y las organizaciones son medios para luchar por los derechos de las personas, pero que, por ser intermediarios, pueden retrasar la llegada de los derechos que nos corresponden. Pretendíamos un movimiento de personas, más que crear nuevas juntas directivas. Por ello, decidimos que se podía intentar una participación directa de las personas, sin mediadores de ningún tipo. Además, sociológicamente, nos parecía un experimento curioso.
Comenzamos nuestra aventura apoyándonos en las nuevas tecnologías. Muchas personas con diversidad funcional ya tienen acceso a Internet. De esta forma, las nuevas tecnologías nos estaban brindando la posibilidad de ser los verdaderos protagonistas de nuestra historia.
El Foro de Vida Independiente nació como contraposición a muchas asociaciones, cuyos esfuerzos, cada año, estaban destinados, principalmente, a buscar dinero o prebendas. Pensamos que debíamos ser autocríticos con esta situación, reflexionar, pensar que hemos sido “engañados” durante mucho tiempo.
El movimiento asociativo está dividido por patologías, según una herencia del modelo médico-rehabilitador, utilizado para dar una explicación al fenómeno social de la “discapacidad”. Por el contrario, en el Foro, participamos personas con diversidad funcional, de cualquier etiología: personas con diversidad funcional auditiva, visual, salud mental, intelectual… Admitimos, además, a todo tipo de personas, incluidas las que no tienen diversidad funcional: profesionales, familiares…
Aunque la mayoría tenemos diversidad funcional física, que afecta a nuestra movilidad, nuestro esfuerzo se dirige a que se vayan animando a participar otras personas; así, ya contamos con algunos ciegos, varios sordos, etc.
Ahora bien: nos consideramos una no ONG. En el Foro de Vida Independiente, decimos que somos una no ONG con un presupuesto de cero euros, que cuadra todos los treinta y uno de diciembre. No tenemos líderes; es decir: no tenemos que pedir permiso a nadie para nada. Y nos dedicamos a hacer algo a lo que no estamos acostumbrados: a reflexionar. Porque, después, voy a demostrar que lo que nosotros hemos hecho es asumir un discurso que no es nuestro, que ha partido de otros y nos lo hemos creído.
Además, creemos en la participación directa. Pensamos que hoy en día es posible participar directamente y no a través de intermediarios.
Asimismo, en el Foro, no nos preocupa el número de personas que integran nuestro grupo (un dato representativo es que empezamos sólo tres), sino su calidad. Como yo digo, somos el negativo de la radiografía. No estamos preocupados, como otros, por tener mil quinientos socios. Ahora somos más de trescientos cincuenta, entre miembros del Estado español, Latinoamérica y algunos países europeos, como Francia, Holanda o Reino Unido.
Estuve buscando un ejemplo para intentar, de alguna manera gráfica, explicar cuál es el proceso. Y, por fin, se me ocurrió: los icebergs. Son enormes masas de hielo que flotan y de las que sólo vemos la parte que emerge en la superficie, aunque esta parte depende, totalmente, de la que está sumergida, que es mucho mayor y más consistente.
En nuestro caso, la parte de arriba es la que vemos, la tangible, la que se materializa, de algún modo, en servicios. Pero lo más importante es aquello que sustenta ideológicamente los servicios, esa parte oculta y sumergida en nuestra cultura y desde donde, verdaderamente, se determinan las políticas que se aplican a nuestro colectivo. Desde el Foro de Vida Independiente, estamos más interesados en conocer y comprender la parte oculta del iceberg porque, cambiándola, modificaremos la parte visible; es decir, los servicios y las estrategias supuestamente dirigidos a satisfacer nuestras necesidades.
Para nosotros o, por lo menos, para la forma de ver las cosas de nuestro grupo, son solamente necesarios tres elementos:
- La accesibilidad a la tecnología. Garantizar el acceso a la tecnología que necesitamos es fundamental para participar en la sociedad y alcanzar la independencia como individuos. Negarnos el acceso a la tecnología puede suponer atentar contra nuestra dignidad y libertad.
- El diseño universal. Es decir: estamos seguros de que si el entorno se diseña bajo nuestros parámetros, estamos incluyendo a casi todo el mundo. Por lo tanto, no deberíamos hablar de diseños específicos, sino de lo que se conoce como diseño universal.
- La asistencia personal, que, hoy por hoy, es clave.
Por debajo de todo esto, aparece la parte más importante y que, normalmente, pasa desapercibida: el pensamiento y la cultura de la diversidad funcional.
En función de esta “línea de flotación del iceberg”, si los términos que utilizamos para definirla son muy densos, el iceberg se hunde y desaparece lo que vemos. Si, por el contrario, son amplios y hablamos de cuestiones que engloban a todos los ciudadanos, la densidad disminuye y el iceberg flota. Entonces, la parte de arriba -la visible- aumenta. En concreto, este país tiene un iceberg que casi ni se ve, que sólo está un poco por encima de la superficie del mar. Esto es así, desgraciadamente, porque, por ahí abajo, tenemos una terminología, unos paradigmas, unas políticas y unas actitudes que hunden los servicios materiales (lo que la sociedad ve).
Sabéis que “no hay nadie peor para hablar del agua que un pez”, porque forma parte de sí mismo y nunca se ha tomado la molestia de reflexionar qué es el agua. Y tiene que haber alguien, desde fuera, que le pueda explicar qué es. Porque la cultura, en el fondo, podríamos definirla como una unidad para no tener que pensar. Los humanos, en mi opinión, somos vaguísimos. Y yo creo que hemos evolucionado porque somos muy vagos. Lo somos tanto que buscamos ideas y paquetes de pensamiento que nos hagan la vida más fácil. Y la cultura está en el fondo de esto: son ideas preconcebidas, pactadas por todo el mundo, que todos aceptamos y que nadie pone en tela de juicio. Hasta que alguien se levanta y exclama: “¡esto no es así!”; y dice la gente: “pues es verdad, esto no es así”. Entonces, cambiamos. Esto es, en síntesis, la evolución cultural.
¿Y dónde hemos trabajado nosotros?, ¿qué nos parece lo más importante en el Foro? En primer lugar: la terminología. En nuestra opinión, las palabras no son inocentes, llevan un pensamiento implícito.
Hace muchos años, nos llamaban subnormales, incapacitados, discapacitados, minusválidos y un montón de insultos de este tipo. Yo me siento insultado con estos términos; en primer lugar, porque yo no he elegido el nombre. A mí nadie me ha pedido permiso para llamarme de estas formas.
Hemos trabajado sobre la terminología, porque no nos gusta la palabra discapacidad. Es un término negativo, que implica una no-capacidad de algo. Por ello, decidimos darnos un nombre a nosotros mismos, por primera vez, sin que nadie nos lo haya impuesto: DIVERSIDAD FUNCIONAL.
Nos apetece llamarnos así porque creemos que expresa bastante bien lo que somos: personas que funcionamos de una manera diferente. Por ejemplo: yo ruedo, no camino; otros no ven; otros no oyen; otros interpretan el mundo de una determinada manera… Yo no me atrevo a decir si mejor o peor. No hago un juicio de valor.
De alguna forma, la diversidad es parte inherente a la especie humana. De hecho, a lo largo de nuestra vida, somos diversos: pasamos por una total dependencia de los padres, en nuestra infancia, y volvemos a ella cuando somos ya mayores; atravesamos miles de vicisitudes e, incluso, estados de “¿estupidez?” mental, como la adolescencia, que todo el mundo aceptamos como normal, no como algo negativo, sino asumido como parte de nuestra vida.
Está claro que la diversidad existe; aunque, por supuesto, a nadie le gusta tener diversidad funcional. Pero tampoco nos gusta, por ejemplo, ser pobres. Y la pobreza existe. La cuestión no está en si nos gusta o no, sino en intentar buscar la dignidad en lo que uno es. Porque cuando uno se rechaza a sí mismo, cuando no se tiene identidad y ni siquiera la dignidad de sentirse ser humano, es entonces cuando sí hay un gran problema.
Me gustaría comentar, en este punto, qué es lo que se suele definir como normalidad. La palabra normal tiene sus orígenes en la estadística, esto es: algo es normal cuando entra dentro de la estandarización. Y ésta es una ficción matemática: la mediana, el punto central de la campana de Gauss, no existe. Es un instrumento matemático para manejar datos que, aunque le hayamos dotado de una existencia, en realidad es una herramienta, no existe, es pura ficción.
Así pues, al hablar de la normalidad, hemos estado construyendo un discurso ficticio, sobre unos cimientos irreales. Las consecuencias de esto, obviamente, son discriminatorias. Aunque todos, a lo largo de nuestra vida, vayamos pasando por diferentes estadios, nuestro caso tiene un cariz especial. Nuestra diversidad es tan aguda que el entorno donde existimos no la admite. No pretendemos abandonar nuestra situación en los extremos de la campana de Gauss, sino que nuestra intención es que se deje atrás el sistema de representación de la mediana, para hablar de la especie como un conjunto diverso, enriquecido, precisamente, por esa diversidad.
Muchos estudios exponen que la tecnología y el uso del lenguaje hacen pensamiento. Incluso, existen corrientes antropológicas, más radicales, en las que se dice que el lenguaje es una forma de ordenar la realidad. De ahí, la importancia que tienen las lenguas. No es ninguna tontería: cuando una lengua se muere, desaparece una forma de interpretar el mundo. Y esto, en mi opinión, es muy triste.
En este punto, me interesaría explicar la cuestión de los paradigmas, que definimos como los planteamientos utilizados para interpretar diferentes realidades. Así, nosotros hemos vivido, y seguimos viviendo, bajo el paradigma conocido como “modelo médico”. No voy a entrar ahora en temas de Bioética, ya que esto se explicará en la siguiente ponencia, pero debo señalar que ésta tiene una importancia vital.
Como ha explicado Maribel Campo anteriormente, la filosofía del Movimiento de Vida Independiente empezó en un país capitalista, Estados Unidos, de manos de Ed Roberts, precursor de su filosofía. Sin embargo, paradójicamente, tuvo muchos más problemas para entrar en países con economías planificadas -por ejemplo, en la antigua Unión Soviética-. Ahora mismo, el tipo de modelo económico de un país es un factor que no afecta a la filosofía de Vida Independiente: se está llevando a cabo en países social-demócratas, menos social-demócratas, más social-demócratas, no social-demócratas…
Sin embargo, en nuestro país, a ciertos líderes de la social-democracia española les cuesta trabajo entender nuestra filosofía, ya que confunden la individualidad con el individualismo. Y no es lo mismo. De esta forma, una vez más, volvemos a hablar del lenguaje: el individualismo es una filosofía que impera en Estados Unidos y la individualidad es otro concepto distinto.
Nosotros hablamos de individualidad, de individuos, no de individualismo. No pensamos que el individuo tenga que imperar sobre la sociedad. Es interesante dejar bien clara esta diferencia, ya que solemos equivocarnos con mucha facilidad.
De esta forma, nos encontramos con las políticas de no discriminación. En muchos países, especialmente en los del sur de Europa, estamos más acostumbrados a discriminar a las personas con diversidad funcional -en parte, por compasión-, que en otros entornos, como los de cultura protestante.
Un ejemplo de esto lo tenemos en la política de derechos humanos y civiles. España suscribió, en su momento, las Normas Uniformes de Naciones Unidas. En mi opinión, aquí, el embajador de España en la ONU se sacó la foto, llegó a su despacho, cogió las Normas Uniformes, las metió en un cajón y nadie se ha acordado de ellas. Resulta inverosímil: en España, todos están haciendo planes de discapacidad y tenemos las Normas Uniformes ya escritas. Cada Comunidad Autónoma tiene su plan de discapacidad, pero ¿alguien ha leído las Normas Uniformes, firmadas por el Estado español? Tenemos el texto ya redactado; ahora, debemos ponerlo en práctica.
Luego, nos encontramos con el tema de nuestra propia actitud, en lo referente a la autoimagen y la visión de nuestro cuerpo. Nosotros estamos aquí, porque nuestros cuerpos están aquí, pero nosotros no somos nuestros cuerpos -aunque es lo primero que se ve-. No se ven tus ideas o quién eres realmente. Tenemos una cultura de la visión, basada no solamente en cómo te ven los demás, sino mucho más importante, en cómo nos vemos a nosotros mismos.
Todo esto está muy relacionado con el Movimiento de Vida Independiente. Durante los últimos veinticinco años, únicamente se ha hablado de la política económica y casi nada de los paradigmas. Porque el paradigma del modelo médico ni siquiera se ha puesto en entredicho, sino que ha sido aceptado por el movimiento asociativo de una manera firme y contundente.
En cuanto a cuestiones de derechos humanos y civiles, yo todavía no he visto asociaciones que hayan ido a los juzgados -que es donde se dirimen los conflictos- y hayan demandado a la comunidad donde viven, por incumplimiento sistemático de la legislación. En cambio, esto lo tienen muy claro los americanos; allí, nadie se siente mal por tener que ir a un juez (al contrario: se están dando cuenta de que van demasiado).
Ahora, voy a hacer una comparación entre los dos modelos existentes -el modelo de Rehabilitación y el modelo de Vida Independiente- (ver tabla siguiente) [1] que sintetiza lo que ocurre e implica una revolución de grandes consecuencias en la visión del tema de la diversidad funcional en el mundo.
CARACTERÍSTICAS | PARADIGMA DE REHABILITACIÓN | PARADIGMA DE VIDA INDEPENDIENTE |
Definición del problema | El problema es la diferencia física, psíquica o sensorial y la falta de cualidades para el trabajo. | El problema es la dependencia de los profesionales, familiares, etc. |
Localización del problema | Está en el individuo debido a su discapacidad. | Está en el entorno físico y en los procesos de rehabilitación. |
Solución al problema | Está en las técnicas profesionales de intervención de los médicos rehabilitadores, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales, psicólogos, etc. | Está en el asesoramiento entre iguales, la ayuda mutua, el control como consumidores, el servicio de asistente personal y en la eliminación de barreras. |
Rol social | Paciente / cliente del médico. | Usuario y consumidor. |
Quién tiene el control | Los distintos profesionales que atienden a la persona con discapacidad. | Auto-control como usuario y consumidor. |
Resultados deseados | Máxima capacidad para realizar las actividades de la vida diaria. | Calidad de vida, a través de la autonomía personal y la vida independiente. |
Por ejemplo, en el modelo de Rehabilitación, la definición del problema está en la deficiencia física. Nos considera deficientes físicos y su intención es curarnos, ser nuestra salvación, como profesionales de la rehabilitación que son; ya que estar como nosotros, según este modelo, no es bueno: hay que hablar bien, hay que caminar bien, hay que ver estupendamente, hay que oír muy bien. Esto lo han decidido los psicólogos, los logopedas, los terapeutas ocupacionales… y es la teoría predominante hoy en día.
Nuestra idea no es que estos profesionales no sean útiles, sino que lo que pretendemos es que trabajen para nosotros, que nos solucionen las dudas, sin decirnos cómo tenemos que vivir. Por ejemplo: cuando llamamos a un fontanero para que nos arregle el fregadero, no nos dice cómo tenemos que fregar, sólo nos arregla la avería.
Sin embargo, en el modelo de Vida Independiente, el problema está en la dependencia: en la dependencia de profesionales, de familiares y de sistemas que, en realidad, practican la caridad. Por ejemplo: cuando alguien va a solicitar el servicio de ayuda a domicilio a su Ayuntamiento, le pueden decir que ya hacen bastantes esfuerzos, que se les ha acabado el presupuesto y no tienen para más; en definitiva, que el sábado y el domingo no te levantas de la cama, si no puedes hacerlo por ti mismo o un familiar puede ayudarte. Esto vendría a ser, por ejemplo, como si alguien nos pide limosna por la calle y le decimos: “lo siento, es que acabo de comprarme un paquete de tabaco y no llevo suelto”.
Nosotros seguimos en la primera columna -en el modelo de Rehabilitación- y queremos pasar a la siguiente -al modelo de Vida Independiente-, que es más rentable social, económica y políticamente. Genera muchísimo más empleo, riqueza y participación, que el sistema anterior.
Intentando explicar este tema me siento como Copérnico cuando decía que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al revés. Imaginemos que a un campesino de la Edad Media se le acerca Copérnico y le dice que los que nos movemos somos nosotros. El campesino le contesta: “por la mañana el Sol está allí y por la noche está allí; con lo cual, lo que se mueve es el Sol”.
Esto es justamente lo que me pasa a mí, en ocasiones, cuando hablo de este asunto. Siempre hemos creído que el problema estaba aquí (en mí, en las personas con diversidad funcional…) y, ahora, yo voy diciendo que no, que está en el entorno. Por lo tanto, el sistema de referencia sí importa y tiene sus consecuencias. Si se legisla o se dan servicios o prestaciones de cualquier tipo, centrándose en “nuestro problema”, no es lo mismo que si la legislación se centra en los problemas que tiene el entorno (la sociedad).
En el Manifiesto del Foro de Vida Independiente, decíamos que los principios básicos son: derechos humanos y civiles, la autodeterminación (el derecho a controlar mi propia vida) y la autoayuda; es decir, además de los conocimientos de los profesionales, nosotros mismos tenemos otros que podemos utilizar, porque compartimos experiencias y, a veces, situaciones muy similares. De esta forma, lo que uno ha resuelto puede, perfectamente, servir para otro.
Después, nos encontramos con la posibilidad de ejercer poder. Esto es muy importante. Nos hemos dado cuenta de que no tenemos poder sobre nuestra propia vida; son otros los que lo tienen, los que deciden si nos levantamos el fin de semana o no; si vamos a una residencia o no.
Por tanto, es esencial que aprendamos a ejercer poder. Y esto no es tan fácil. Tener control sobre tu propia vida es complejo, difícil. A las personas sin diversidad funcional, les han estado preparando desde muy pequeños y a nosotros, nos ha ocurrido al revés: nos han cuidado, porque no podemos tomar decisiones -efectivamente, algunos, con treinta años, no pueden tomarlas porque no les han permitido tomar una sola decisión en toda su vida-. Una vez que podamos tomar decisiones, hemos de enfrentarnos a la responsabilidad sobre nuestra vida y nuestras acciones. Ya no podemos echar la culpa al Gobierno, ni a los servicios sociales. Estamos proponiendo un modelo donde cada uno es el responsable. De esto hay que ser plenamente conscientes.
Otro aspecto fundamental, en nuestra opinión, es el derecho a asumir riesgos. Este derecho ha sido la clave en la evolución humana: la historia del hombre empezó cuando un chimpancé se arriesgó a hacer algo para lo que no estaba preparado. En definitiva, si a una persona no se le reconoce la capacidad para asumir riesgos, se la está matando.
En cuanto a la asistencia personal, me gustaría comentar que debe ser una herramienta, no un fin. Una herramienta, que nos coloque en una situación para acceder a las mismas oportunidades y a los mismos retos que cualquier otro ciudadano.
No queremos que la asistencia personal sea un privilegio, como he oído decir, últimamente, a más de un político. Deseamos que esta asistencia nos iguale, para que podamos hacer lo que, por nosotros mismos, no podemos. En ese punto, estaremos en igualdad de condiciones con el resto de los ciudadanos y, a partir de ahí, podremos decidir qué hacemos con nuestra vida.
Necesitamos tener el control. Es decir si, por ejemplo, yo no me puedo levantar, lo que necesito es que alguien me ayude a hacerlo. Y, además, que yo tenga control sobre esta situación. Puede que la noche anterior me haya acostado a las siete de la mañana, por haber estado de cena, y me apetezca quedarme en la cama hasta las tantas. Me gustaría, si no es molestia, poder controlar la situación y tener la oportunidad de cambiar, de flexibilizar el servicio que se me ofrece.
Esto no ocurre hoy en día. A las nueve, llega el auxiliar de ayuda a domicilio que te envía tu Ayuntamiento. Y a las nueve, estés como estés, te apetezca o no quedarte más tiempo en la cama, te debes levantar. No puedes decirle que te levante, por ejemplo, a las once. Te contesta que a esa hora tiene que ir a otro sitio; que si quiero retrasar mi hora para levantarme, debería avisar con anterioridad. No se me puede ocurrir salir a cenar o de fiesta con los amigos y llegar tarde a casa…
Esto y otros muchos ejemplos de este tipo se podrían solucionar mediante el pago directo. Si tenemos nuestro propio dinero, podemos “negociar”, directamente, con el asistente personal, elegido por nosotros mismos. Conseguiríamos, de esta forma, tener control sobre esta situación.
Aquí, es importante tratar el tema de la intimidad, considerándola como un valor cultural muy importante (para todos) y respetándola como tal. Resulta obvio que la asistencia personal es una invasión agresiva de nuestra intimidad; por ello, si se nos envía, sin consultarnos, a alguien que va a invadir esta intimidad, nos parece una falta de respeto y un atentado contra nuestros derechos. Por ejemplo: si una persona va a vernos desnudos, deberían dejar que decidiéramos, al menos, quién debe ser esta persona. En caso contrario, se pueden dar -y se dan- situaciones muy duras.
El pago directo es la forma de que nosotros mismos, tras valorar y pactar nuestras necesidades con la Administración, recibamos nuestro propio dinero. Así, podemos organizar este presupuesto y adaptar la asistencia personal que necesitamos a las actividades que realicemos. Y no solamente queremos hacer uso de esta asistencia en nuestro domicilio, sino que nos gustaría, asimismo, utilizar nuestro asistente personal, por ejemplo, para trabajar, para estudiar, para irnos de vacaciones o para hacer lo que, en un momento dado, por nuestra edad, por nuestro entorno, por nuestro país o por el tiempo histórico que nos haya tocado vivir, suele hacer el resto de los ciudadanos.
Todo esto que estoy comentando es posible. Ya se han dado experiencias concretas que demuestran que funciona. Por ejemplo, hace dos años, asistí a una conferencia impartida por una persona con esquizofrenia. Su vida había cambiado rotundamente, gracias a su asistente personal, al que había entrenado para saber cómo actuar en caso de que tuviera una crisis.
Lógicamente, la asistencia personal debe estar controlada por las Administraciones. Éstas, por ser las depositarias de la confianza de los ciudadanos para gestionar el dinero de sus impuestos, deben asegurarse de que cada asistente tenga un contrato de trabajo y reciba, periódicamente, el sueldo que le corresponde. Es decir, deben eliminar el empleo sumergido, que todos sabemos que existe, y realizar un control público de los contratos, los derechos y las obligaciones, sin que el sistema se resienta.
Autor: Manuel Lobato Galindo
Notas
- Adaptado de G. DeJong: Independent Living: From Social Movement to Analytic Paradigm. Archives of Physical Medicine and Rehabilitation. Nº 60, pág. 435-446, 1979.