Independencia para la tercera edad
De repente, el relato de la vejez en Galicia nos presenta una distorsionada pirámide demográfica en un escenario de vértigo: población dispersa y aislamiento, modelo económico contingente, agobio presupuestario y recortes, estructura familiar efímera, empleo escaso, volátil y movedizo, salarios bajos rindiendo párvulas pensiones, inédita accesibilidad en vivienda y transporte, etc. Llegados a medio camino de converger en bienestar con los vecinos europeos, del breve sistema de bienestar construido por la generación que nos llevó del subdesarrollo a la modernidad tan sólo quedará una herencia de retos e incertidumbres, forjadas con hechos e interpretaciones conducentes a un paisaje de creciente desigualdad en las condiciones de vida y salud.
Vistas desde 1981 las políticas públicas también acercan certezas: Una, abordar los asuntos humanos con políticas fragmentadas, incompletas y sometidas al cortoplacismo tiene altos costos para el erario y devalúa al ciudadano. Dos, la parodia mediático-asistencial consistente en renovar el Auxilio Social con nuevo colorido y gerencialismo, al gusto de clientelas sectoriales y políticas, no es útil para abordar el futuro como país. Tres, la desvalorización de la vejez y la imaginería del populismo-viejismo precisa de enmienda urgente y alfabetización en derechos humanos, diversidad e inclusión. Cuatro, se acerca un sistema pluralista de provisión de servicios asistenciales: público, mercantil y social-empresarial, con vaciamiento de responsabilidades del primero hacia los privados. Y cinco, menospreciar los modelos basados en inclusión, empoderamiento e independencia empobrece la ciudadanía y tiene costos humanos.
Precisamos ideas e imaginación para que la vejez en Galicia sea digna y sostenible en el futuro, tal y como defendemos desde Vida Independiente (VI), una filosofía y un movimiento de las personas con diversidad funcional que, desde los años 60, cambió por todo el mundo a forma de ver y dar respuestas a sus demandas, mudando sus roles de objetos a sujetos con poder. Las políticas de VI demostraron gran utilidad para las personas de edad avanzada, cuando sus cuerpos o mentes funcionan de forma diferente al estándar humano que los limita y cosifica en la vejez. VI es para las personas con diversidad funcional, y para el buen envejecimiento en la posmodernidad, lo que el acto de lavarse las manos es para la salud.
Defendemos la aplicación de los esquemas de VI para la escena gallega, pues consideramos que pueden aportar eficiencia, flexibilidad y versatilidad en la compleja articulación persona-entorno-recursos, en cuanto que generan acciones centradas en la persona, ayudándoles en las decisiones y control de su propia vida conforme a sus preferencias, participando en su comunidad local con apoyos humanos, información adecuada, ayudas técnicas y accesibilidad, dando una respuesta coherente con las necesidades, fortalezas y valores de cada persona y familia. Sería prudente explorar en las buenas prácticas en VI, con urgencia, porque el tiempo humano pasa volando e igual, otra vez de repente, nos encontramos en un país viejo y sin amparo.
Y como la realidad imita al arte: si la deriva del bienestar nos condujera a un Estado desertor de la previsión de la vejez, donde una corporación privada de servicios sociales administrara una política de obsolescencia humana programada tras la utilidad laboral de los ciudadanos, para pasar a mejor vida después de votar una última vez, el país se desvanecería en el tiempo “como lágrimas en la lluvia”, sin culpa ni remordimiento.