I JORNADAS SOBRE VIOLENCIA DE GENERO EN PERSONAS CON DISCAPACIDAD -
FUNDACION ZUZENAK: “Una mirada a lo invisible” - 7, 8 y 9 de noviembre, 2011 – Vitoria-Gasteiz
“Aproximación al problema: violencia de género en personas con diversidad funcional (discapacidad)”
«Durante el año 2010, estuve coordinando el grupo de debate sobre violencia contra mujeres con diversidad funcional dentro de la Red Internacional de Mujeres (INWWD). Fruto de esas deliberaciones entre más de 100 mujeres de todas partes del mundo, nació un documento base para el futuro inmediato sobre este tema.
Yo voy a basar mi intervención en ese documento por ser un referente en este momento, por surgir de las propias actrices de este proceso y para demostrar que es un problema global cuyas raíces se hunden en la cultura, la ideología, la religión… que siguen fomentando seres sin identidad de los que es fácil abusar.
Presento aquí, pues, a modo de referencia, partes significativas de dicho documento que puede descargarse desde nuestro repositorio en su totalidad.»
1. ¿QUÉ QUEREMOS DECIR CUANDO HABLAMOS DE VIOLENCIA CONTRA MUJERES CON DISCAPACIDAD?
1.1. Violencia de género contra las mujeres
(…)
La violencia de género contra las mujeres es un crimen y una violación de los derechos humanos que se produce, a menudo varias veces, en la vida de un gran número de mujeres en todo el mundo. Aunque las formas de violencia que sufren pueden ser diferentes dependiendo de la cultura o nivel socioeconómico, hay aspectos de esa violencia que son universales. La violencia de género tiene sus raíces en la falta de igualdad entre hombres y mujeres, y con frecuencia se lleva a cabo en el hogar, dentro del círculo familiar. La tolerancia de la sociedad hacia la violencia de género y la privacidad del acto de violencia cuando se lleva a cabo en el hogar puede hacer que sea invisible o difícil de detectar.
Como se ve en la Declaración de la Violencia contra las Mujeres, la violencia de género incluye una amplia gama de acciones abusivas como la mutilación genital, el abuso físico y emocional, y la explotación económica. Según la Organización Mundial Contra la Tortura, la violación y el abuso sexual, la mutilación genital, el incesto, el aborto forzado, los asesinatos por honor, la violencia relacionada con la dote, los matrimonios forzados, tráfico humano y prostitución forzada, todos, deben ser considerados formas de tortura.[1]
1.2. Violencia basada en la discapacidad
Los estudios demuestran que las personas con discapacidad son víctimas de abuso en una escala mucho mayor que las personas sin discapacidad. [2] Uno de los factores detrás del aumento en la incidencia de la violencia contra las personas con discapacidad es el estigma asociado con ella; las personas con discapacidad a menudo son consideradas por la sociedad como «no del todo humanas y de menor valor… La ausencia de representaciones de su identidad favorece la percepción de que se puede abusar de ellas sin remordimientos ni conciencia.”[3] Algunas sociedades pueden creer que la discapacidad es un castigo de Dios o que la persona con discapacidad puede infectar con esa discapacidad a otras personas. Otros pueden ver a una persona con discapacidad como un objeto de caridad o de piedad, más que como una persona merecedora de los mismos derechos.
El contexto medico es una vía particular de abuso practicado contra personas con discapacidad. [4] Según el Relator Especial de la ONU sobre la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, uno de los elementos en la definición de tortura es «por razones basadas en cualquier tipo de discriminación» y señaló que los actos de grave discriminación y la violencia contra las personas con discapacidad pueden ser enmascarados por «buenas intenciones» de los profesionales médicos. Los tratamientos médicos de carácter invasivo e irreversible, forzados o administrados sin el consentimiento libre e informado del interesado, que carecen de una finalidad terapéutica o estén destinados a corregir o aliviar una discapacidad pueden constituir tortura o malos tratos a las personas con discapacidad. Este tipo de acciones incluye: el aborto y la esterilización forzada, intervenciones psiquiátricas forzadas, el confinamiento involuntario en instituciones, y el electroshock obligado o «no modificado» (terapia electro-convulsiva o TEC).[5] La privación de la capacidad legal para tomar las propias decisiones facilita tratamientos coercitivos y la violencia de todo tipo, y puede constituir tortura y malos tratos en sí mismo, ya que puede significar una negación completa de la persona.[6] Este profundo acto de discriminación puede causar un serio sufrimiento.
1.3. La intersección entre la violencia basada en la discapacidad y en el género
Algunas formas de violencia contra las mujeres con discapacidad no han sido visibles como violencia de género debido a que se da predominancia a la discriminación por motivos de discapacidad. Varios informes documentan el hecho de que las mujeres (en general) son más propensas a sufrir abusos y malos tratos que los hombres, pero la evidencia de las propias mujeres con discapacidad sugiere que la violencia en contra de ellas difiere en forma significativa de la violencia contra otras mujeres.
La incidencia del maltrato y el abuso de mujeres con discapacidad supera ampliamente la de las mujeres sin discapacidad.[7] Los datos disponibles, aunque escasos, también muestran que hay una mayor tasa de violencia contra las mujeres con discapacidad que contra los hombres con discapacidad.[8] La violencia contra las mujeres y las niñas con discapacidad no es sólo un subconjunto de la violencia de género: es una categoría interseccional relacionada con la violencia de género y aquella basada en la discapacidad. La confluencia de estos dos factores da lugar a un riesgo extremadamente alto de violencia contra las mujeres con discapacidad.
En un estudio, el 40% de las 245 mujeres con discapacidad entrevistadas había experimentado abuso. 12% de ellas habían sido violadas. Sin embargo, menos de la mitad de estos incidentes llegaron a ser denunciados. Otro estudio encontró que 25 de 31 mujeres con discapacidad entrevistadas informaron haber sufrido abusos de algún tipo (emocional, sexual o físico).[9] Las mujeres con discapacidad experimentan una gama más amplia de violencia: por los asistentes personales (abuso emocional, físico y sexual) y por los proveedores de cuidado de la salud (abuso emocional y sexual), así como tasas más altas de abuso emocional, tanto por parte de extraños como por otros miembros de la familia.[10]
En otras palabras, las mujeres con discapacidad experimentan formas de abuso que las mujeres sin ella, no.[11] Además de los actos manifiestos de violencia de género descritos anteriormente, hay otros más sutiles que se derivan de actitudes discriminatorias contra las personas con discapacidad. La falta de respeto a su personalidad y la discriminación contra las personas por razón de su diversidad física o mental es un acto de violencia en sí mismo y genera una intensa frustración en la persona que experimenta la discriminación. Cuando añadimos la discriminación por motivos de género, el grado de discriminación y violencia perpetrada contra las mujeres con discapacidad se convierte en algo insoportable e intolerable.
La violencia contra la mujer con discapacidad es parte de una cuestión más amplia de la violencia contra las personas con discapacidad en general, e incluye la violencia realizada por la fuerza física, la coacción jurídica, la coerción económica, la intimidación, manipulación psicológica, el engaño y la desinformación, y en el que la ausencia de libertad y consentimiento informado es un componente clave de análisis. La violencia puede incluir omisiones, como la negligencia deliberada o la falta de respeto, así como actos hostiles que dañan la integridad física o mental de una persona.
Las siguientes acciones y actitudes constituyen violencia contra las mujeres con discapacidad:
- el aislamiento forzado, el confinamiento, y ser ocultada en casa
- administración forzada y coercitiva de psicofármacos o poner drogas en los alimentos
- institucionalización forzada y coercitiva
- retención y aislamiento en instituciones
- la creación de situaciones de pretexto en las que la mujer aparece como violenta o incompetente, a fin de justificar la institucionalización y privación de la capacidad jurídica
- etiquetar la ira y la autoafirmación de las mujeres como una conducta que es «mentalmente enferma y peligrosa» (especialmente si la mujer ha sido previamente institucionalizada)
- retener medicamentos que la persona utiliza de manera voluntaria, ayudas médicas o para la movilidad, o equipos de comunicación
- la negación de necesidades y la negligencia intencionada
- amenazas de negligencia contra niños o mascotas
- abuso verbal y ridiculización
- abuso físico o la amenaza del mismo
- abandono a situaciones de malestar físico o situaciones embarazosas durante largos períodos de tiempo
- amenazas de abandono
- violaciones de la vida privada
- ser ignoradas
- abuso económico
- restricciones, registros corporales y aislamiento que reproducen el trauma de la violación
- violación por parte del personal y otros compañeros/residentes en las instituciones
- aborto forzado
- la esterilización forzada
Algunas formas de violencia contra las mujeres con discapacidad no son visibles de inmediato como violencia, porque en realidad son legales y aceptadas en la sociedad. Esto es particularmente cierto en las intervenciones e institucionalizaciones psiquiátricas forzadas. Estos actos de violencia se llevan a cabo bajo la autoridad legal del Estado, y en cumplimiento de la política de Estado incorrecta y discriminatoria, y no hay posibilidad de reparación, enfatizando el mensaje que le dice a la víctima que ella es impotente ante todo tipo de violencia.
Existe evidencia anecdótica de mujeres con discapacidad de que, en relación a los hombres con discapacidad, éstas tienen menos acceso a una asistencia médica cualificada y a la rehabilitación; se les proporcionan los medicamentos, ayudas técnicas y otros tratamientos menos costosos; y tienen menos acceso al apoyo social, a la educación superior y a oportunidades de empleo. Una consecuencia de esta desigualdad es que las mujeres con discapacidad se ven privadas de su derecho a la inclusión social y con frecuencia se ven obligadas a vivir en la pobreza.
Las mujeres con discapacidad también han denunciado ser víctimas de abuso de mayor duración y sentir como si tuvieran menos alternativas para escapar o poner fin al abuso. En efecto, mientras que las mujeres con discapacidad comparten las barreras que cualquier otra mujer tiene que hacer frente para escapar o acabar con la violencia (la dependencia emocional y financiera del abusador, el no desear ser estigmatizada, preocuparse por ser una madre soltera o el miedo a perder el contacto con los niños, preocupación de que no se la crea, o no se le ayude, cuando revele el abuso; prevención por adoptar cualquier medida que incremente la violencia), hay otras barreras que afectan específicamente a las mujeres con discapacidad:
- aumento de la dependencia (física, financiera o ambas) del agresor para las tareas de cuidado,
- dificultad para contactar con los refugios u otros servicios de intervención,
- la falta de acceso a la información sobre servicios disponibles,
- dificultades en el acceso al transporte,
- miedo a ser institucionalizada,
- temor a no ser creída, ya sea debido a que algunos profesionales no reconocen la capacidad de las mujeres con discapacidad para las relaciones sexuales e íntimas, o porque los profesionales no pueden entender e identificar las formas de abuso que sufren y en lugar de cambiar el enfoque de la discapacidad, lo que ocultan es el abuso,
- cuando la violencia es perpetrada por los asistentes personales, familiares y / o amigos, es a menudo considerada como un problema que puede ser atendido por el sistema de servicios sociales en lugar de ser considerado un delito que debe ser abordado por la policía y / o el sistema de justicia penal.
2. ¿POR QUÉ LAS MUJERES CON DISCAPACIDAD SON BLANCO DE LA VIOLENCIA?
La violencia contra las mujeres con discapacidad se produce principalmente como resultado de actitudes hacia las mujeres en la sociedad patriarcal, unida a la vulnerabilidad de las condiciones que resultan de la discapacidad en sí, tales como:
- ser físicamente menos capaces de defenderse por sí mismas;
- dificultad para denunciar los malos tratos debido a la falta de formas accesibles de comunicación;
- la inaccesibilidad de la información y de los servicios de asesoramiento debido a las barreras en el entorno físico y debido a la falta de formas accesibles de comunicación;
- baja autoestima por no ser vista como una mujer, sino sólo como una persona con una discapacidad, o incluso peor – sólo su discapacidad;
- la falta de oportunidades para responder a los roles tradicionales por lo general disponibles para las mujeres (como la maternidad);
- una mayor dependencia de otras personas para la atención personal;
- miedo a denunciar el abuso, ya que podría dar lugar a la ruptura de lazos y la pérdida de la atención personal que puedan necesitar;
- estar más expuestas a la violencia como resultado de vivir en instituciones, residencias y hospitales;
- menor credibilidad al denunciar la violencia en las instituciones;
- la percepción por parte del maltratador de que asume menos riesgo de ser descubierto;
- fracaso por no lograr que los demás crean a algunas supervivientes;
- falta de educación sobre sexualidad adecuada e inadecuada;
- la legalización de algunas formas de violencia (como la institucionalización, el aislamiento y la retención, las drogas y el electroshock forzados, el aborto forzado y la esterilización) para que haya poca o ninguna posibilidad efectiva de defensa personal;
- larga duración de los efectos del electroshock y algunos medicamentos psiquiátricos que pueden afectar la capacidad de las mujeres para defenderse contra cualquier forma de violencia y abuso;
- negación de los derechos humanos que tiene como resultado la experiencia de la ausencia de poder.
Las niñas, las mujeres mayores, indígenas y mujeres con discapacidad se enfrentan a barreras adicionales y a la violencia como resultado de formas interseccionales aun más complejas de discriminación.
A pesar de la gravedad de la discriminación, la fuerza de los prejuicios sociales contra las mujeres con discapacidad, y la evidencia de sus propias experiencias, hace que la violencia contra las mujeres con discapacidad no sea reconocida. Se oculta y se ignora, y este hecho aumenta su exposición a la violencia.
Los siguientes factores contribuyen a esta invisibilidad:
- Referirse a «personas» con discapacidad en lugar de a «hombres y mujeres» con discapacidad contribuye a fomentar un concepto de género-neutro de la discapacidad que ignora a las mujeres con discapacidad, hace invisibles sus necesidades y contribuye a su aislamiento.
- Hay una ausencia de una definición amplia de la violencia que englobe todas las formas de violencia que las mujeres con discapacidad sufren.
- Algunas formas de violencia contra las mujeres con discapacidad son permitidas por la ley y llevadas a cabo bajo la autoridad del Estado.
- Los profesionales, familiares, amigos, etc. no son capaces de discernir las circunstancias que resultan del ejercicio de la violencia contra las mujeres con discapacidad porque creen que son las circunstancias «inherentes» a su discapacidad.
- Los investigadores, responsables políticos, etc. rara vez identifican situaciones, tales como el abandono físico o crueldad psicológica, como maltrato.
- Hay una falta de credibilidad sobre las mujeres que requieren apoyos o ajustes razonables para la comunicación.
- Es fácil para otros decir que una mujer está «inventando», sobre todo si ya ha sido etiquetada con un diagnóstico psiquiátrico o una discapacidad intelectual.
- Es difícil para una sociedad progresista admitir que una mujer con una discapacidad ha sido objeto de violencia o abuso.
(…)
Notas
- Ver World Organisation Against Torture – Violence against Women, disponible en: www.omct.org/index.php?id=EQL&lang=eng
- “Report on Violence and Discrimination against disabled people”, European Disability Forum, Bélgica, 1999.
- Marita Iglesias, «The nature of violence against disabled people», 2004, http://www.nda.ie/cntmgmtnew.nsf/0/BE967D49F3E2CD488025707B004C4016?OpenDocument
- Relator Especial contra la Tortura (ONU Doc. A/63/175) y por Young et al. 1997.
- Ver también Tina Minkowitz. “The UN CRPD and the Right to be Free from Nonconsensual Psychiatric Interventions”, Syracuse Journal of International Law and Commerce Vol. 32 No. 2 (2007), y documentos y presentaciones relacionados sobre intervenciones psiquiátricas forzadas como una forma de tortura. Disponibles en: http://www.chrusp.org/home/resources
- Ver “Final Report of OHCHR Expert Seminar on Freedom from Torture and Persons with Disabilities”, disponible en: www2.ohchr.org/english/issues/disability/documents.htm
- “Violencia y mujeres con discapacidad”, M. Iglesias, AIES, España, 1998; “Men’s Violence against Women with Disabilities”, Swedish Research Institute for Disability Policy, Suecia, 2007
- “First National Study on Crime against Persons with Disabilities, Department of Justice, Office of Justice Programs”, US, 2009.
- Young, M., M. Nosek, C. Howland, G. Chanpong, y D. Rintala.(1997) “Prevalence of abuse of women with physical disabilities”. Archives of Physical Medicine and Rehabilitation, 78, Supplement: s34–8.
- Young et al., op.cit; Nixon , J. (2009) ”Domestic violence and women with disabilities: locating the issue on the periphery of social movements” Disability & Society, 24 (1), 77 – 89.
- Nixon, op. cit.